¿El trabajo nos define como personas? Hoy, más que nunca, la línea que separa nuestra vida profesional de la privada se dibuja con determinación, de manera mucho más apreciable que hace un par de décadas.
Nuestro desempeño profesional forma parte de lo que somos solo hasta cierto punto, ya no nos define y, en muchos casos, tan siquiera queremos que así sea.
Quienes engrosan el mercado laboral hoy en día demandan desconexión digital, flexibilidad y conciliación, porque entienden que la realización personal proviene de otras esferas que no son la laboral, al menos no de manera exclusiva.
De la importancia de la identidad y su reflejo en el puesto de trabajo escribía Manuel Pimentel el pasado mes de septiembre para The Objective. El que fuera ministro de Trabajo y Asuntos Sociales entre 1999 y 2000, durante el gobierno de José María Aznar, señalaba al inicio de su interesante reflexión algo que podría parecer obvio, pero no lo es: el empleo no sólo es una fuente de renta. Es, también, una vía de realización personal y de identidad ante los demás”. Tras estas palabras, Pimentel se preguntaba si, en realidad, “sigue el trabajo definiéndonos ante los terceros”. La respuesta podría resumirse en una de sus frases: “ya no somos en lo que trabajamos”.
¿Por qué? Pimentel esgrime en su análisis varias razones muy acertadas, desde las nuevas profesiones al actual escenario sociológico o cultural, entre otras. Sin embargo, quizás la desafección de los nuevos talentos hacia ciertas compañías pueda sumarse como factor para esa nueva ruptura identitaria.
Cuando la empresa no nos representa
Existe una percepción que es compartida por numerosos perfiles de liderazgo y constatada por diversos estudios: las nuevas generaciones de trabajadores y trabajadoras necesitan sentirse parte de un proyecto en el que crean. De hecho, según la Encuesta Global 2023 a Millennials y Generación Z, elaborada por Deloitte, un 44 % de las personas de la Gen Z y un 37 % de las millennials consultadas afirmaron haber rechazado tareas por motivos éticos. Más de un 35 % declinaron ofertas de trabajo porque no se alineaban con sus valores, al parecer, un factor determinante para estas generaciones, reza el estudio.
Los equipos de trabajo reclaman ahora condiciones laborales mejores a esas otras a las que se acostumbraron sus progenitores: más justas, equitativas y que impacten de manera positiva en su bienestar físico y mental, pero también en el entorno. Y esto se traduce en centros corporativos donde se propicie un buen ambiente, en todos los sentidos, también emocional; donde se respete la jornada y se facilite la conciliación, lo cual representa una prioridad, y donde los y las profesionales sientan que, a través de su actividad, están contribuyendo a un mundo mejor.
De hecho, cada vez son más las empresas que invierten mayores esfuerzos en sus políticas de RSC, medioambientales, de igualdad, etcétera. Dichos valores son una poderosa herramienta para afianzar ese employer branding que necesitan de cara a la atracción de perfiles altamente cualificados.
La necesidad de ser mejores para captar talento
Según uno de los últimos informes del mercado laboral en España de EURES (EURopean Employment Services), “las vacantes con mayor dificultad de cobertura son, principalmente, las relacionadas con las Tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC) -sobre todo en profesionales STEM-, así como en energías renovables”, entre otras. Dicho informe señala, además, que la carencia de perfiles es cada vez mayor en capítulos decisivos para la competitividad de las empresas españolas de acuerdo a los objetivos de la UE para esta década: digitalización y sostenibilidad. Algunos de esos perfiles son analistas de datos, personas ingenieras informática, expertas en energías renovables y técnicas relacionadas con Big Data y ciberseguridad.
Así pues, las políticas de bienestar corporativo o el diseño de todo un marco de valores sobre el que asentar la actividad empresarial pueden resultar decisivos para quienes desean implicarse en un proyecto que comparta su forma de entender el mundo y contribuir a su desarrollo.
Quizás, así, los trabajadores y trabajadoras puedan incluir su desempeño profesional entre los factores capaces de identificarlos, incrementando el sentimiento de pertenencia, siempre y cuando, eso sí, la compañía respete el tan ansiado equilibrio entre vida personal y trabajo. Porque, como hemos señalado, si algo tienen claro los nuevos perfiles es que el trabajo no lo es todo.