¿Cuál es el papel de la organización en la salud cerebral de sus equipos?

por | Oct 23, 2025

Más allá de lo médico, el bienestar cerebral impacta la productividad, la innovación y el valor humano.

En el mundo corporativo se habla cada vez más del bienestar físico, emocional o incluso financiero de las personas. Pero uno de los ámbitos que empieza a ocupar un lugar estratégico es la salud cerebral (brain health) —una concepción que trasciende la ausencia de enfermedad para abarcar el estado óptimo de funcionamiento, resiliencia cognitiva y capacidad de adaptación del individuo. Tal y como advierte el Global Wellness Institute (GWI), “Brain Health in Workplace Wellbeing” es ya una de las grandes tendencias del bienestar corporativo para 2025. Y según un artículo del World Economic Forum, “los trastornos cerebrales se estiman en unos 5 billones USD al año para la economía global, cifra que podría alcanzar los 16 billones USD para 2030”.

Para los responsables de bienestar laboral, esta evolución plantea dos preguntas fundamentales: ¿Cuál es el papel de la organización en la salud cerebral de sus equipos? y ¿Cómo se traduce en un plan de acción realista? Vamos a desmenuzarlo en tres bloques: el diagnóstico, el diseño de la estrategia y la integración en la cultura.

Diagnóstico: por qué la salud cerebral importa hoy

La salud cerebral ya no es solo un asunto médico o individual. Según el Instituto de Salud de McKinsey (MHI), este concepto abarca la mejora del funcionamiento cognitivo, la resiliencia mental y el estado de bienestar que permite a una persona rendir de forma productiva. En otras palabras, se refiere a la capacidad de afrontar el estrés, mantener la concentración, adaptarse al cambio y colaborar eficazmente, competencias directamente vinculadas al rendimiento de las organizaciones.

En el ámbito laboral, los costes asociados al deterioro de la función cognitiva, el estrés crónico, la fatiga mental o los trastornos del estado de ánimo son enormes.

Un informe del Business Collaborative for Brain Health calcula que la pérdida de productividad derivada del deterioro cerebral no abordado puede alcanzar los 8,5 billones de dólares anuales a nivel mundial, según datos del Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC). El Foro Económico Mundial añade que estas condiciones representan ya cerca del 15% de la carga global de enfermedad.

Para las empresas, esto significa que cuidar la salud cerebral de los equipos no es un gesto de bienestar complementario, sino una auténtica estrategia de negocio. Invertir en ella refuerza la retención del talento, impulsa la innovación, favorece la agilidad y mejora la competitividad.

Diseño de la estrategia: cómo abordar la salud cerebral en la organización

Los estudios y buenas prácticas internacionales apuntan tres líneas de actuación esenciales para integrar la salud cerebral en la empresa.

1. Identificar los factores de riesgo y los recursos de resiliencia

El primer paso es elaborar un mapa que contemple variables como la carga mental, la multitarea, las interrupciones, el entorno físico, el descanso, la salud emocional o los hábitos cognitivos. Un estudio de la consultora Steelcase concluye que vivimos ya en una “economía del cerebro”, donde el espacio de trabajo físico es uno de los determinantes más influyentes de la salud humana, y especialmente de la cerebral. Comprender estos factores permite actuar antes de que los síntomas de fatiga o sobrecarga se conviertan en crisis.

2. Diseñar intervenciones integradas y personalizadas

No basta con talleres esporádicos de relajación o charlas sobre el agotamiento. El Instituto de Salud de McKinsey recomienda que las organizaciones inviertan en estrategias específicas de salud cerebral para impulsar la productividad, la innovación y la capacidad de adaptación. En la práctica, esto puede incluir

  • Programas de entrenamiento de la atención y la concentración para equipos expuestos a alta carga de interrupciones.
  • Políticas de pausas, microdescansos y gestión del correo para reducir la fatiga mental.
  • Diseños de espacios que favorezcan la concentración y la recuperación (luz natural, acústica, orden).
  • Iniciativas que promuevan el descanso, el sueño y la desconexión digital, fundamentales para la regeneración neuronal.
  • Formación de mandos intermedios para identificar señales de deterioro cognitivo o agotamiento y actuar preventivamente.

3. Crear cultura y liderazgo en torno a la salud cerebral

El Global Wellness Institute sostiene que convertir el bienestar en una estrategia de negocio exige integrarlo en la cultura, el liderazgo y los flujos de trabajo. En este contexto, los dirigentes deben entender la salud cerebral como un capital: la suma del bienestar mental y las habilidades cognitivas, emocionales y sociales de las personas. Cuidar este capital no solo mejora el clima laboral, sino que multiplica la capacidad de pensar, decidir y crear colectivamente.

La cultura organizacional debe reforzar una idea clara: cuidar el cerebro es tan importante como cuidar el cuerpo. El descanso no es pereza, sino una inversión en rendimiento sostenible. Del mismo modo que se entrena el físico para estar en forma, también se entrena el cerebro para rendir sin comprometer la salud.

Integración operativa

La puesta en marcha de una estrategia real de salud cerebral en la empresa debe comenzar con una evaluación voluntaria y confidencial que permita establecer una línea base: cuestionarios que midan la carga mental, la frecuencia de interrupciones, la calidad del sueño o la autopercepción cognitiva de los empleados.

A partir de ese diagnóstico, conviene desarrollar un pilotaje con indicadores concretos —como el tiempo de foco, la tasa de interrupciones, el absentismo por fatiga mental o la rotación asociada al agotamiento— que permitan medir la evolución y el impacto de las acciones.

Finalmente, llega la fase más decisiva: el escalado, sustentado en una comunicación clara y un liderazgo visible. Los directivos deben hablar abiertamente de salud cerebral, dar ejemplo al hacer pausas y promover la recuperación. Porque, aunque la tecnología y el entorno físico son aliados valiosos, sin un liderazgo comprometido no hay cultura que sostenga el cambio.

La salud cerebral invita a ampliar la mirada: no solo a los programas de bienestar tradicionales, sino a cómo la organización puede proteger, potenciar y desplegar la capacidad cognitiva de sus personas. En definitiva: cuando cuidamos el cerebro, cuidamos el presente — y también el futuro — de nuestras organizaciones.

Redaccion Mi Empresa es Saludable
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