“Para tu salud, es mejor tener un buen jefe que un buen médico.” La sentencia de Josep Santacreu no es una provocación: es un atajo para entender algo básico que solemos pasar por alto en la empresa. La experiencia de empleado —cómo nos hablan, nos escuchan y nos tratan mandos, compañeros y referentes informales— es la bisagra que conecta bienestar emocional y resultados. Cuando esa experiencia se cuida con una comunicación consciente, la salud mental mejora; cuando se descuida, se resiente.
De ahí que, en el Día Mundial de la Salud Mental, tenga sentido mirar menos el catálogo de beneficios y más las interacciones cotidianas. La evidencia lo respalda: los equipos prosperan cuando existe seguridad psicológica (Harvard, Amy Edmondson) y cuando se entrena un lenguaje que reconoce, regula y repara (Yale Center for Emotional Intelligence). Y los datos apuntan en la misma dirección: formar a mandos intermedios y embajadores internos en escucha, comunicación no violenta y feedback empático tiene impacto directo en malestar, absentismo y rotación.
En otras palabras: el bienestar real empieza en cómo nos hablamos y nos sentimos en el ámbito personal y profesional.
Comunicar no es informar: es cuidar
Así lo explica Noemí Boza, comunicadora, escritora y experta en liderazgo, autora de Por qué lo llaman liderazgo cuando quieren decir comunicación. En su intervención durante el II Encuentro de Empresas Pioneras del Bienestar, Boza lanzó un mensaje que resonó con fuerza entre los profesionales del sector:
“Sin conexión humana no hay bienestar posible. La verdadera transformación empieza en cómo nos hablamos, cómo nos escuchamos y cómo nos hacemos sentir.”
Boza defiende que comunicar con empatía, autenticidad y coherencia no es un gesto blando, sino una competencia crítica para la salud mental en el trabajo. “Cada conversación deja una huella —afirma—. Lo que recordamos no es lo que alguien dijo, sino cómo nos hizo sentir.”
Su tesis coincide con los hallazgos de Amy C. Edmondson (Harvard Business School), pionera en el concepto de seguridad psicológica: los equipos rinden mejor cuando se sienten seguros para opinar, preguntar o equivocarse sin miedo. En esos entornos, la comunicación se convierte en un espacio de crecimiento y no de amenaza.
La experiencia de empleado como palanca de salud emocional
Los hallazgos de Affor Health, recogidos en su Guía de Salud Mental y Experiencia de Empleado publicada este 10 de octubre, confirman esta conexión directa entre comunicación, liderazgo cotidiano y bienestar emocional. Esta publicación recoge el diseño de un itinerario global de situaciones en la vida laboral, sus implicaciones psicosociales, y ofrece una base sólida para
emprender acciones de personalización y mejora continua en la calidad de vida laboral y la sostenibilidad del talento.
“La salud mental depende más de cómo es tu jefe que de cómo es tu terapeuta”, subraya Asier Arriaga, director clínico de Affor Health.
El documento propone integrar la salud mental en todas las fases del ciclo de vida del empleado, desde la incorporación hasta la desvinculación, con una gestión emocional coherente en cada punto de contacto. Esto incluye formar a mandos intermedios y referentes informales para que aprendan a comunicar con respeto, reconocer señales de malestar y ofrecer espacios de escucha reales.
La experiencia de empleado, recuerda el informe, no se construye con campañas, sino con interacciones diarias: el correo que se responde con empatía, la reunión que empieza preguntando “¿cómo estás?”, o el gesto de apoyo ante una carga de trabajo excesiva.
El poder de las palabras: comunicación no violenta y lenguaje positivo
No se trata de hablar más, sino de hablar mejor. La Comunicación No Violenta (CNV), desarrollada por el psicólogo Marshall Rosenberg, ofrece un marco práctico para transformar la forma en que nos relacionamos: observar sin juzgar, expresar sentimientos, reconocer necesidades y formular peticiones claras. Según la investigadora María González, experta española en CNV, “una comunicación empática y consciente reduce los conflictos y aumenta el sentido de pertenencia y la cohesión interna”.
A su vez, los estudios del filósofo y divulgador Luis Castellanos sobre el lenguaje positivo demuestran cómo las palabras que elegimos modifican nuestra bioquímica cerebral. En su obra La ciencia del lenguaje positivo (Paidós, 2016), Castellanos sostiene que las palabras positivas “activan zonas del cerebro relacionadas con la motivación, la creatividad y la confianza”, lo que influye en la salud emocional y en la calidad de las relaciones laborales.
Y desde el ámbito académico, investigaciones del Yale Center for Emotional Intelligence y de la Universidad de Harvard muestran que el modo en que se comunican las emociones en los equipos afecta al desempeño, la toma de decisiones y la resiliencia colectiva. Equipos emocionalmente alfabetizados —que saben reconocer y expresar lo que sienten— muestran menor nivel de estrés y una mayor capacidad de aprendizaje.
Liderar desde todos los niveles: el papel de mandos y embajadores
El bienestar emocional no es solo responsabilidad de la dirección general o de los departamentos de recursos humanos. En las organizaciones saludables, los mandos intermedios y los embajadores informales —esas personas que influyen sin cargo— tienen un papel decisivo.
Son quienes modulan el tono de las conversaciones cotidianas, quienes pueden frenar un conflicto antes de que escale o dar apoyo cuando un compañero lo necesita. La Asociación para el Desarrollo de la Experiencia de Cliente (DEC) apunta en su Estudio Employee Experience 2024 que la calidad de la comunicación interna es uno de los factores que más correlaciona con el bienestar emocional, la confianza y la fidelización del talento.
Formar a estos perfiles en habilidades comunicativas y gestión emocional es una inversión estratégica. Un equipo que se comunica bien no solo rinde más, sino que cuida más y se cuida mejor.
Cinco gestos cotidianos que cuidan la salud mental del equipo
- Escuchar de verdad. No para responder, sino para comprender.
- Elegir las palabras. Evitar etiquetas y juicios; priorizar reconocimiento y claridad.
- Reconocer emociones. Nombrar lo que se siente normaliza y previene el estrés acumulado.
- Dar feedback con empatía. Enfocar en el comportamiento, no en la persona.
- Cuidar la coherencia. Lo que se dice y lo que se hace deben alinearse. La confianza se construye así.
Más que bienestar, una cultura de salud
Las empresas que aspiran a ser sostenibles ya no se preguntan si deben cuidar la salud mental de sus empleados, sino cómo hacerlo mejor. Y la respuesta pasa por una cultura basada en la comunicación consciente, el reconocimiento y la empatía.
Porque, como resume Noemí Boza, “no hay bienestar sin conexión humana”. Y esa conexión empieza, cada día, en la forma en que nos miramos, nos hablamos y nos escuchamos.