En tiempos donde la conexión humana es un activo escaso, iniciativas como las que lideran ING y la Fundación Juan XXIII nos recuerdan que el bienestar colectivo no solo es posible, sino profundamente transformador. La mesa redonda “Empresas con alma: cómo el voluntariado impulsa el bienestar colectivo”, celebrada durante el II Encuentro de Empresas Pioneras del Bienestar, no solo inspiró, sino que también evidenció con datos y testimonios cómo la colaboración, la inclusión y el propósito compartido son claves para una cultura empresarial más humana.
Un estudio de Deloitte lo confirma con contundencia: el 89% de los empleados considera que las empresas que promueven el voluntariado son mejores lugares para trabajar. Y no es una percepción ligera: el 77% de quienes participan en actividades de voluntariado afirman que estas experiencias aumentan significativamente su bienestar.
Con estas cifras comenzó la conversación entre Verónica Villasevil (vitality leader de ING España y Portugal) y Nuria Mas (directora de Alianzas ESG y Medición de Impacto de Fundación Juan XXIII), moderada por el equipo de Mi Empresa es Saludable. Y los ejemplos no tardaron en llegar.
DiversiCamp: la inclusión empieza en casa
Una de las experiencias más transformadoras compartidas fue el proyecto “DiversiCamp”, un campamento inclusivo organizado por ING en colaboración con Fundación Juan XXIII. Durante el verano y las vacaciones de Navidad, una de las plantas del banco se convierte en un espacio para los hijos de empleados… y también en una oportunidad para la inclusión real.
El equipo monitor del campamento está formado por personas con discapacidad, lo que permite a los niños convivir con la diversidad desde edades tempranas. Juegos, actividades deportivas, dinámicas creativas… todo en un entorno que normaliza la diferencia y cultiva la empatía. “Nuestros empleados nos confían lo más valioso que tienen: sus hijos. Y lo hacen felices, sabiendo que vivirán una experiencia enriquecedora”, explicó Villasevil.
Uno de los retos habituales de los programas de voluntariado corporativo es evitar que se conviertan en acciones aisladas. “La clave está en conectar con el corazón de las personas. Cuando lo que haces tiene sentido, deja huella”, señaló Verónica. Y esa huella se ve reflejada en algo tangible: el impacto.
Gracias a estas acciones, ING ha podido ofrecer una primera oportunidad laboral a seis personas con discapacidad, generando empleabilidad y autonomía. “El voluntariado bien diseñado no solo mejora el clima laboral, también construye comunidad y genera valor real para la sociedad”, añadió Nuria Mas.
Bienestar emocional y medición de impacto
El bienestar emocional es otro de los grandes beneficiados de estas iniciativas. Estudios como el publicado por Frontiers in Psychology (2022) señalan que participar en actividades de voluntariado tiene efectos similares al ejercicio físico en la reducción de la ansiedad y la mejora del estado de ánimo. ¿Por qué? Porque sentirse útil, conectado y parte de algo más grande son ingredientes esenciales para una salud mental sólida.
Pero, además de la emoción, se necesita medición. Fundación Juan XXIII utiliza la metodología internacional ONLBG (Loan Offering Party Group) para cuantificar el impacto de sus proyectos. “Ya medimos la huella de carbono, pero ¿y la ‘S’ de Social en ESG? Es la gran olvidada. Medir el impacto social nos permite ser más transparentes, eficientes y estratégicos”, explicó Nuria.
¿Por dónde empezar?
La receta para que una empresa ponga en marcha una estrategia de voluntariado transformadora es clara:
- Definir un propósito auténtico que conecte con los valores corporativos.
- Asignar recursos reales, humanos y económicos.
- Contar con un socio experto, como Fundación Juan XXIII, que garantice un enfoque inclusivo y sostenible.
- Medir el impacto con rigor, para mejorar continuamente y poder rendir cuentas con datos.
Oportunidad o excusa: tú eliges
En palabras de Villasevil, “las organizaciones tenemos una oportunidad inmensa de hacer el bien desde dentro”. Ya no se trata solo de cumplir con la ley general de discapacidad o mejorar la reputación. Se trata de construir empresas más humanas, donde dar y recibir formen parte de la jornada laboral.
¿La clave para que estas acciones no sean flor de un día? Hacerlas parte del ADN de la organización. “No todo es fútbol y cañas. Un voluntariado bien diseñado une equipos de una manera profunda y duradera. Los empleados lo agradecen, las familias lo celebran y la sociedad lo necesita”, concluyó Villasevil.
Y es que, como recordaron las ponentes, cuando una empresa encuentra el equilibrio entre el propósito y la acción, el bienestar deja de ser un beneficio… y se convierte en cultura.