Llegan las vacaciones y con ellas, el reto de frenar. Sin embargo, solo el 46% de los españoles logra desconectar realmente del trabajo durante sus días libres, según el informe HAYS 2024.
Aunque parezca fácil, cambiar el ritmo no se consigue solo apagando el ordenador. Es un proceso más profundo, que tiene que ver con límites, cultura laboral y salud emocional.
Desde Quality Lives, especialistas en bienestar emocional en entornos laborales con más de 20 años de experiencia en el sector, lo explican así: “Desconectar no es tan sencillo como apagar el ordenador. Muchas personas arrastran una carga de trabajo intensa, presión por cumplir objetivos y la expectativa implícita de estar disponibles en todo momento”.
El móvil también se va de vacaciones
El 59% de los trabajadores españoles admite no hacer una desconexión digital efectiva durante las vacaciones. Y ahí, la tecnología juega un papel clave. Las notificaciones, los chats del trabajo y el correo en el móvil hacen que incluso en la playa o en la montaña, muchos sigan pendientes del “por si acaso”.
Aunque la tecnología sea una aliada, también puede volverse en contra. En ese sentido, Ana Hernández, CEO de Quality Lives profundiza: “El correo en el móvil, los chats de trabajo y las notificaciones constantes convierten cualquier momento de ocio en una oportunidad para ‘ponerse al día’. Aunque estemos de vacaciones, seguimos recibiendo mensajes que nos devuelven al modo trabajo. Si no marcamos límites claros, la disponibilidad digital se convierte en un hábito que impide la desconexión real“.
Esa falta de desconexión tiene consecuencias directas sobre la salud mental: ansiedad, insomnio, agotamiento emocional, entre otros impactos.
“Sentir que no puedes parar alimenta la sensación de que todo depende de ti, generando presión constante. A largo plazo, esta dinámica puede desembocar en el síndrome de burnout, problemas de autoestima y dificultad para disfrutar de actividades que antes resultaban placenteras”, Ana Hernández.
¿Y por qué cuesta tanto cortar el hilo? En muchos casos, por miedo. Miedo a parecer prescindibles, a dar la impresión de que no se está comprometido. Un indicador claro de que aún pesan ciertas inercias culturales.
“Si los profesionales sienten que deben demostrar su compromiso estando siempre disponibles, probablemente la empresa valore más la presencia que los resultados sostenibles“, apunta Ana.
Desconexión con intención: tiempo para lo que importa
El descanso de calidad no aparece solo porque lo diga el calendario. Hay que construirlo. Y eso implica recuperar el control del tiempo y priorizar lo esencial. Para muchas personas, eso pasa por reconectar con su entorno más cercano: la familia, las amistades y uno mismo.
“Lo primero es planificar el descanso con intención: decidir de antemano qué momentos vamos a dedicar exclusivamente a la familia y proteger esos espacios de interrupciones”, recomiendan desde Quality Lives.
También animan a dejar claro en el trabajo que no se estará disponible salvo urgencias reales, y a estar presentes de manera consciente: “Aparcar el móvil durante las comidas, compartir actividades que gusten a todos y reservar tiempo sin prisas para conversar y reconectar”.
La falta de flexibilidad durante el año —teletrabajo limitado, horarios rígidos, escasez de pausas— también influye. Llega el verano y muchos ya están agotados antes de empezar a descansar. “La falta de flexibilidad provoca que lleguemos al período de vacaciones más desgastados. Si no tenemos opciones de teletrabajo, horarios adaptados o pausas reales durante el año, acumulamos cansancio y estrés”, explican.
La buena noticia es que hay herramientas para entrenar la desconexión. Algunas claves que proponen desde Quality Lives:
- Preparar el terreno antes de irse: dejar tareas organizadas y un mensaje de ausencia claro.
- Acotar el uso del móvil: desactivar notificaciones y revisar mensajes solo en una franja concreta si es necesario.
- Establecer rituales de descanso: leer, caminar, meditar o cualquier actividad que ayude a cambiar de ritmo.
- Recordar que descansar es productivo: no es un lujo, es una necesidad para rendir y vivir con equilibrio.
- Pedir apoyo si cuesta desconectar: compartir con el equipo nuestras necesidades y buscar acuerdos.
Las vacaciones son una oportunidad real para cuidarse y reconectar. No se trata solo de “no trabajar”, sino de cambiar el foco. Parar, mirar a quienes nos rodean y recordar que no todo depende de nosotros. Porque cuando uno desconecta de verdad, lo que se recarga no es solo la energía, también las ganas de vivir con más equilibrio.


