Bienestar mental y emprendimiento. Por Noemí Boza, socia directora de Más Cuota y editora de Mi Empresa es Saludable | Si pienso en lo que más cuesta de emprender siendo mujer, siempre me aparece la misma imagen: una mochila. No la del negocio —esa la conocemos bien—, sino otra más pequeña, más silenciosa, más insistente: la de la carga mental. Esa que se llena sola con “acuerdas de…”, “tenemos que…” y “no se te olvide…”. Y que, aun sin verla, todas sabemos cuándo aprieta.
Porque aunque cambie el mundo, las leyes, los mercados y hasta los algoritmos, hay algo que avanza demasiado lento: las mujeres seguimos dedicando 2,5 veces más tiempo al cuidado y las tareas no remuneradas, según ONU Mujeres. Ese dato, tan quirúrgico, explica por qué muchas emprendedoras llevan la cabeza en modo multitarea incluso antes de arrancar el día. Y por qué, muchas noches, llegamos al final con la sensación de haber corrido un triatlón emocional.
La OCDE lo dice con claridad: esta desigualdad “incrementa el riesgo de estrés y limita el desarrollo profesional”. No es solo una estadística; es la respiración entrecortada de quien presenta un presupuesto pensando en la lista de la compra.
La doble banda sonora del emprendimiento
Quien emprende sabe que hay días en los que todo es pico, nómina o incertidumbre. Pero quienes somos mujeres solemos llevar una doble banda sonora: el negocio… y lo demás. La socióloga Arlie Hochschild lo llamó “la segunda jornada”, y lo explicó así: “Las mujeres trabajan en su empleo y después en casa, sin transición ni pausa”. La OMS advierte que esta sobrecarga sostenida es un factor de riesgo para la ansiedad y el agotamiento.
Y con este panorama, que una piense en tirar la toalla no es debilidad: es pura humanidad. El informe Women in the Workplace de McKinsey & LeanIn.org lo confirma: el 43% de las emprendedoras reconoce niveles altos de burnout.
¿Huir? A veces suena a plan perfecto…
Sí, hay días en los que una vendería su empresa “a precio de saldo” con tal de descansar mentalmente. Y sí, huir a un empleo donde la mochila parece más ligera puede ser una decisión sabia. Pero muchas nos quedamos. Nos quedamos porque creemos en lo que hacemos. Porque intuimos algo que aún no existe. Porque, en el fondo, hay un tipo de alegría —muy nuestra— que aparece cuando decidimos construir camino.
Y ese es un motor importantísimo para el bienestar. No todo en el emprendimiento es peso: también hay impulso.
Quedarse también es un gesto de cuidado
La buena noticia es que quedarse —pero quedarse bien— es posible. El Instituto Europeo para la Igualdad de Género (EIGE) señala que las emprendedoras que cuentan con redes de apoyo reducen un 30% su riesgo de burnout. Y la psicóloga María Fornet lo resume en una frase que debería ser post-it universal: “La carga mental es el gran saboteador silencioso de la ambición femenina”.
Pero ese saboteador puede perder fuerza cuando empiezas a repartir tareas, a pedir ayuda sin culpa, a decir “hoy no puedo más” sin disculparte. Cuando decides que emprender también incluye respirar.
Emprender es difícil, sí. Pero también es profundamente ilusionante
La RAE define emprender como “acometer una obra con dificultad o peligro”. Y quizás por eso engancha tanto: porque tiene de riesgo, pero también de descubrimiento. De salto al vacío… y de vuelo. La mochila pesa, pero la ilusión también empuja.
Y aquí es donde entra el bienestar: no como un lujo, sino como una herramienta estratégica para hacer sostenible el sueño. No como spa emocional, sino como estructura. Como punto de apoyo para poder seguir innovando, liderando y creciendo sin dejarse por el camino.
ONU Mujeres insiste en que redistribuir los cuidados es “condición para una participación económica real”. Y eso significa algo muy simple: cuando una mujer emprende en igualdad, no solo gana ella; gana todo el ecosistema.
A todas las mujeres que emprenden… y a las que sostienen mundos sin decirlo
A las que tenéis empresa.
A las que la estáis imaginando.
A las que emprendéis cada día sin llamarlo emprendimiento… El emprendimiento es una actitud vital!
A las que lleváis mochilas visibles e invisibles.
A las que ya estáis empezando a dejarlas en el suelo, aunque sea un rato.
Porque sí: MUJER Y EMPRENDER siguen siendo un mix poderosísimo. Y cuando ese mix suma bienestar, apoyo y una ilusión que no se negocia… esa mochila pesa un poco menos.
Y, de repente, también impulsa.






